martes, 30 de enero de 2007

EL TACO Y EL CAMPESINO; ESPECIES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

“En México, la tortilla es alimento, plato, cubierto y estabilidad”
Jorge Ibargüengotia

Cuando a consecuencia de alguna asignación no equitativa del mercado, la gente amenaza con terminar con la estabilidad política y social de un país, por más ortodoxa que sea su política económica, es necesaria la intervención estatal. Este es el caso del incremento en el precio de la tortilla que como consecuencia ha traído más incrementos en productos de la canasta básica (Según María de las Heras ha afectado “mucho” al 74% de los mexicanos). Y cómo no habría de hacerlo si 1 de cada 5 mexicanos viven con menos de 2 dólares diarios, de los cuales dedican 1 a la alimentación (con lo que ahora se puede adquirir sólo un kilo de tortillas, así, sin nada adentro).

Como respuesta a estas alzas, el gobierno federal (contraviniendo las iniciales declaraciones del secretario de Economía de dejar todo al mercado) decidió intervenir.

Primero, fijando el precio del kilo de tortilla en $8.50, oficializando el incremento (que no bajará aún disminuyendo la escasez). Dicho sea de paso, esta negociación se hizo entre el gobierno federal y los principales empresarios del maíz (Maseca, MINSA, Cargill…). No se necesita ser muy brillante para notar que si uno de los problemas es el acaparamiento del producto, los principales sospechosos deberían de ser sus grandes comerciantes (Grupo Industrial Maseca controla 80% de la harina y el maíz que se comercializa en México, suficiente, creo yo, para influir en el precio del producto). Además si el precio máximo está por debajo del precio de equilibrio, causará que las empresas que no logren cubrir sus costos dado este precio, quiebren (en caso de que el precio sea el de equilibrio o superior, la medida es pura demagogia).

Asimismo acordó que las grandes tiendas de autoservicio (Wal-Mart, Comercial Mexicana, Sumesa, etc.) mantengan el precio tal como estaba antes de los incrementos ($5.50 por kilo). A esto, cabe señalar que la gente en extrema pobreza —los principales afectados por esta alza— no tiene acceso a este tipo de establecimientos (ya sea por motivos geográficos y/o económicos); además esta medida resulta —más— propaganda para estas grandes cadenas, lo que contribuye a la desaparición de las microempresas de tortillas de todo el país (más de 10 mil tortillerías tan sólo en enero).

Además, se pretenden estabilizar los precios del maíz abriendo los cupos de importación del grano, para que entre el subsidiado producto internacional. Y así, curiosamente la importación que otrora hubiera parecido genocida del campesinado mexicano, ahora aparece como la salvadora de la súbita crisis, justo a un año de que los aranceles en productos agrícolas se eliminen y nuestro mercado se inunde (¡¡aún más!!) de productos extranjeros (sin mencionar que empresas como Monsanto, Pioneer y Dupont se encuentran presionando al gobierno federal para convencerlos de que sus semillas transgénicas son la única solución de fondo para el campo).

Y esto no es cuestión de nacionalismo, sino de viabilidad de país. Si el campo mexicano no logra colocar sus productos en el mercado (además de perder la soberanía alimentaria), se está marginando a los campesinos a la migración, la proletarización o la venta monopsónica de sus servicios a los grandes productores (y hoy acaparadores). La única solución de fondo es favorecer la competencia en la comercialización y, urgentemente, modernizar nuestro sector primario y defenderlo a capa y espada de la competencia desleal internacional (tan sólo el 2004 se calculaban en 320, 000 millones de dólares los subsidios agrícolas de las 30 economías más desarrolladas del mundo).

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